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febrero 12, 2025La autoestima puede entenderse como el resultado del equilibrio entre tres aspectos internos que interactúan constantemente en nosotros:
- El ideal: representa cómo nos gustaría ser, ya sea de forma general o en relación a una característica específica.
- El observador: es la parte que analiza y compara nuestra realidad con ese ideal, evaluando si nos acercamos o nos alejamos de él.
- El juez: se encarga de valorar nuestro desempeño, determinando si debemos sentirnos satisfechos o, por el contrario, experimentar culpa o vergüenza.
¿De dónde surgen los problemas de autoestima?
Las dificultades relacionadas con la autoestima pueden originarse en cualquiera de estas tres partes:
- Un ideal inalcanzable: Cuando nos fijamos metas excesivamente altas, es poco probable que las alcancemos, lo que genera frustración constante.
- Un observador hipercrítico: Si esta parte de nosotros se centra obsesivamente en encontrar defectos, inevitablemente los hallará, alimentando la autocrítica.
- Un juez implacable: Cuando las valoraciones son demasiado severas, cualquier error se magnifica y se convierte en una fuente de sufrimiento emocional.
Además, una imagen negativa de uno mismo también puede estar influida por mensajes que hemos recibido en etapas tempranas de nuestra vida, muchas veces de personas significativas como los padres. Si alguien nos hizo sentir inadecuados o poco valiosos desde pequeños, es posible que llevemos esa percepción al presente, interpretando cualquier evento como una confirmación de nuestra supuesta falta de valor. Por ejemplo, quedar atrapados en un atasco puede ser interpretado como una señal de «incapacidad personal», cuando en realidad no es más que una circunstancia cotidiana.
El trabajo terapéutico con la autoestima
El objetivo de la terapia en relación con la autoestima es tomar conciencia de cómo la regulamos:
- Explorar nuestros ideales y entender de dónde provienen.
- Observar cómo nos evaluamos y nos juzgamos.
- Cuestionar las creencias que tenemos sobre nosotros mismos para adaptarlas a una visión más realista y compasiva.
La autoestima no se trata de considerarnos perfectos, sino de mirarnos con respeto y aceptación, reconociendo nuestras fortalezas y debilidades sin perder el cariño por quienes somos. Es similar al amor incondicional de una madre: puede desear que su hijo mejore en ciertos aspectos, pero eso no disminuye su amor ni su aceptación por él.
Al final, tendremos que convivir con nosotros mismos toda la vida, así que aprender a aceptarnos es el mejor regalo que podemos darnos.